lunes, 18 de febrero de 2013

La Duquesa


Miro la hora, las manecillas verdosas y fosforescentes del reloj pulsera en mi velador dicen que son pasadas las cinco de la mañana. El teléfono sigue sonando y alcanzo a contestarlo, aún un poco dormido.
- Aló – Se oye la voz más bella que conozco, femenina, suave; casi como una caricia.- Soy yo, la duquesa.
- Hola, ¿Qué hay?
- Estoy abajo, te lo cuento en el camino.
Así es ella, siempre tan misteriosa y encantadora. Gran parte de su atractivo es que siempre está haciendo algo por los demás, los chicos del club la adoran por que les alienta constantemente y les apoya en todo lo posible. Debo decir bastante agradecido que yo no he sido la excepción.
No me había percatado de lo difícil que es bajar las escaleras de mi edificio a oscuras, a estas horas suelo volver, pero salir lo hago rara vez. Doy más de algún tropezón en mi camino.
Cierro con mucho cuidado el portón de salida. Allí está la duquesa, una joya montada en otra joya, le encantan los autos clásicos y hoy ha venido en uno. No tengo mucha idea de autos, pero es precioso y me inspira lo mismo que ella a mí. Me subo apresuradamente.
Antes de saludarme dice: - Es un MG-B, versión GT. Así pasa seguido, quizá telepáticamente sabe las cosas que quiero preguntarle y nos ahorramos algunos minutos en la vida.
- Me encanta- Respondo.
- Tenemos que ir a ver a Pris, algó le pasó. Me llamó su casera hace un rato por que está montando un buen escándalo en su estudio. Lanzó algunas cosas del quinto piso hacia abajo, hay que ver como podemos calmarlo. Ojalá no rompa otra vez el alto, ya ha roto 5 en lo que va del año.
- ¿Se habrá topado con Shirley de nuevo?
- Sospecho que sí, la he estado llamando y no me contesta el teléfono ni está en casa, creo que huele que hizo algo mal y está escapando de nosotros.
La duquesa pisa el acelerador y conduce de forma bastante agresiva, pero verla haciéndolo inspira gran tranquilidad. Siempre tan elegante y compuesta en sus formas, hoy se ve radiante.
Me gusta la noche, tocar sin sol es lo mejor que hay, la mente se despeja y la conexión contigo mismo está a tu total alcance. Entras practicamente en un trance y las notas salen por sí solas. Pris me hizo ser consciente de eso y de muchas otras cosas relacionadas con el jazz y el bebop, estoy a años luz de sus capacidades y le veo como un maestro. 
Desde que rompieron con Shirley su salud mental está bastante extraña, se ha puesto inestable y musicalmente un poco errante y sin rumbo. Así son las mujeres hoy por hoy, no reconocen ni respetan a un genio aunque lo tengan encima. Menos mal la duquesa no es así. Es una de las pocas personas que no se aleja cuando las cosas están mal, la gente suele compadecerse cuando te rompes un brazo o una pierna, cuando te fallan los riñones o tienes cáncer de lo que sea, pero si la enfermedad es cerebral, la empatía desaparece de inmediato. La Duquesa adivina el futuro, sabe ayudarnos a todos. A los que consumimos heroína y a los que no, a los que alucinamos y a los que no, a los que somos buenos músicos y a los que no, en fin a todos; creo caber en todas esas categorías. Soy bastante ambivalente, pero Pris parecía tener todo claro, diáfano como el cristal.
Pris ha perdido el sentido de su vocación, el mensaje que nos traía. Se ha quemado por dentro y ya no es el mismo. Se dejó inundar por la tristeza y eso mismo, inalcanzable e inexplicable para nosotros, lo hace ser tan especial a oídos de todos. Hay que estar bien preparado para escucharlo tocar saxo, en sus manos es una herramienta poderosa que te levanta al cielo.
Entramos a su estudio, pequeño departamento donde solamente cabe un soltero.
- Ve por el saxo, yo haré que se calme.- Me dice casi en un cuchicheo la Duquesa.
Al verla Pris instantáneamente se tranquiliza y la abraza como si hubiesen pasado miles de años sin  verse. Voy en busca del Felmer, un modelo exquisito y dócil hasta para un novato, con presencia y gran tesitura armónica.
Miro en todos lados, no hay muchos escondites ni lugares rebuscados donde otear. El saxo, definitivamente, no está.
Le hago unas señas a la Duquesa para darle a entender que el instrumento brilla por su ausencia.
- Pris, ¿Qué hiciste con el instrumento que te conseguí? –Pregunta la Duquesa en el modo más conciliador.
- Vino el diablo a buscarlo, se lo llevó a cambio de dejar intacta mi alma.

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