domingo, 20 de diciembre de 2015

Variaciones del sueño XVII

Estamos sentados frente a frente. Habla mucho, de sí mismo, de sus grandes habilidades, de sus gracias, de su ingenio, de sus capacidades, de lo muy bueno que es en TO_DO_LO_QUE_SE_PRO_PO_NE. Dice ser mucho mejor que yo, pero en realidad solo balbucea cosas sin sentido, nadie está compitiendo con él.
Las piedras negras son mías, por eso abro el juego. Eso si, estamos jugando en igualdad de condiciones (por petición de él) a pesar, de que las reglas exigían que yo le cediera mucha ventaja.
Hago una jugada y él, mientras se auto-vitorea, la copia como si la otra mitad del tablero fuera un espejo.
Su monólogo continúa…
Sigo haciendo mis jugadas y permanece con su método de copia contumaz.
Ya no se alaba tanto, ahora opta por tratarme como un igual.
Que somos amigos dice, que me tiene afecto dice, que le gusta mi modo de jugar dice…
Mientras dice todas esas cosas, congelo la piedra negra que tengo en la mano y le cedo el turno.
Su cara se llena de impotencia, no sabe donde jugar, se desespera ante mi decisión e insiste en que no opte por pasar, ante su perseverancia mantengo mi postura.
De a poco se amilana y muestra cobardía.
Ahora me pide consejos pensando en que yo estoy enojado o resentido con él. Me da la sensación de que cree que me debe algo, adopta una postura rastrera y depresiva que me produce asco, escucharlo dejó de ser agradable hace mucho tiempo.
Estamos jugando, se supone, no haciendo terapia psicológica. Todos sus problemas son eso: sus problemas. Yo no le pedí desafiarme, por su propia voluntad quiso aventurarse en mi área, por capricho infantil.
Comienza a llorar, es un ser depresivo en grado sumo. Empieza a quejarse como si los ojos se le quemaran, pues eso es lo que está pasando. Sus lágrimas son un ácido que poco a poco corrompe su rostro y le va destruyendo poco a poco. Nada puedo hacer, trato de que se calme infructuosamente.
Nada pude hacer, destruyó todas su piedras sobre el tablero, desfiguró su rostro, calcinó sus dedos y finalmente falleció luego de unos espasmos incontrolables.

¿Podría yo haber impedido su auto-destrucción?

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