jueves, 27 de agosto de 2015

Suerte perra


La busqué, si es cierto, la busqué. 
Siendo el ser más empírico y científico decidí probar.
¿Qué podría perder? Solo un par de minutos y las monedas que, de todos modos, jamás usaría para nada bueno.
La gitana estaba por allí.
Quise que me viera la suerte en la mano.
Se acercó, palpó mi brazo.
Me tanteó.
No pudo leerme las líneas, pues no había ninguna. 
Suerte tampoco, y quien sabe de cuando no la había.
Ni siquiera una mano tenía.
Jocoso, ¿No?

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