domingo, 31 de agosto de 2014

Velorio


Primer paso, gran paso, es mirar a ese cuerpo ya inerte. No respira, no hablará jamás de nuevo, son las últimas miradas que recibirá. Mi cuerpo, aún vivo, reacciona con el único reflejo que conoce para estas ocasiones; un cosquilleo eléctrico que recorre toda la columna vertebral y se queda en mi frente por un par de segundos.
El maquillista hizo un trabajo perfecto, no se le nota ninguno de los férreos golpes que recibió. Se ve mejor que cuando salimos por la mañana a hacer nuestros negocios, negocios que a veces se van de las manos.
¿Qué es un ser vivo?, ¿Qué diferencia estructural hay entre un difunto y un ser autopoiético?, ¿Qué es lo último que se piensa antes de morir?
Estas jornadas me dejan sumido en la introversión.
Pero no es un velorio cualquiera, ante todo pienso que el yace en el féretro podría muy bien ser yo. El azar juega bromas muy pesadas, que se van marcando en la piel y en la mente.
Como si todos supieran lo que pasó, como si no quisieran incomodarme, se ponen a contar anécdotas de cuando el Juano era chico, de cómo crecimos juntos en el barrio. Nadie pregunta como lo mataron, nadie quiere detalles. Deja que los muertos entierren a sus muertos, nada que hacer. Uno menos, ¿Quizá uno más?
La charla se dilata, todos tienen cosas buenas que hablar del Juano. Unos pocos, algo más objetivos, le sacan algunos trapos sucios a la coladera. Nada grave, hasta me parece más humano.
Yo conocí muy bien al Juano, éramos compañeros. Desde siempre, cuantas labores juntos, cuanta reunión. En estos negocios tu compañero es tu hermano, es tu familia, es la única persona en la que puedes confiar. No pude ayudarle cuando más me necesitó, cuando no tenía razón para llevar el pijama de madera. Mi mente divaga, queda prendada de la voz de la viejita que guía el rosario. Luego se posa sobre una corona de flores donde hay una foto del Juano al lado de su primer auto. El fuego de las velas hoy mesmeriza.
Se me acerca el jefe, me conversa algunas cosas en voz baja. El accidente no fue tan aleatorio ni casual como yo pensaba. Hay alguien que tuvo mucho que ver.
Mientras el jefe me habla y se tapa la boca con un pañuelo entiendo el mensaje clarísimo. Mandíbula dijo cosas que no debía decir, pecó de parlanchín. Me mira con un aura de miedo reprimido, sabe fingir muy mal.
Espero que el que maquilló al Juano tenga tiempo libre, en un par de días más vamos a tener otro velorio.


Ayer mataron a mi hermano,
Lo mataron ¿Y qué?
No sabía escribir
Ni tampoco leer.

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