sábado, 16 de agosto de 2014

Adicto


Del día en que descubrió aquella droga no había minuto en que no estuviera consumiéndola en cualquiera de sus formatos. Nada importaba, ni las cuentas, ni el trabajo, ni el sueldo, ni el precio de la bencina ni del pan.
Los colores eran más lucidos a medida que el tiempo pasaba.
El agua era más fresca.
Nada de sobre dosis, había que hacerlo con gran cautela y con muchas precauciones. Sabido por todos es que de la droga nadie sale vivo y hay tantas razones como consumidores ha habido.
Sus cinco sentidos aumentaban en forma exponencial, el sexto sentido, el sentido de la realidad, el sentido de la vida, el doble sentido y tantos otros que eran incorporados sin que ni siquiera se diera cuenta en un constante desfile de nuevos estímulos y las emociones que acarreaban como consecuencia.
Sensaciones plenas y exquisitas ante las cuales se iba transformando en un sibarita. Las cosas dejaban de parecer lo que habían sido cotidianamente y ni hablar de tratar de comunicarle sus hallazgos a las personas normales. Era un tesoro y a la vez un secreto que solo compartía con otros consumidores, pocos conocía pero eran los suficientes para ayudarse en su camino. Le resultaba curioso, en gran medida, el que con solamente otear a alguno podía determinar con infalible acuciosidad que era “de los suyos”. Luego de un saludo inicial, muchas veces excesivamente escueto, quedaba en claro que contaba con un colega.
Y en estos tiempos es importante saber y poder determinar donde están, quienes son y donde viven cada uno de estos adictos contumaces.
Se considera uno de ellos, de esos que no pueden dejar el vicio de jugar con las palabras, de ser creativos, de hacer realidades donde no las hay. Poetas a veces les llama el resto del mundo para poder identificarlos y tratar de clasificar eso que no comprenden.
Les dan características y creen que les entienden, en gran proporción sin fundamento alguno. Y es que el mundo es tan grande y tiene tantas aristas de las cuales tomar una dosis o un toque. Una puesta de sol, la arena de la playa, el aroma de la ninfa de turno, el sabor de una fruta madura (por mencionar solamente algunos) que una vida sería corta para aprehender y aprender un poco de todo.
Y el era consciente de su situación y por eso cada vez que podía, armado hasta los huesos de metáforas e hipérboles, transformaba el mundo en endecasílabos, octosílabos, haikus, espinelas, sonetos y cuanta forma a su alcance estuviera. Como dejando un resumen más accesible de sus vivencias a quienes no podían entender ni experimentar directamente ese cosquilleo cercano al orgasmo que es enfrentarse a algo bello.
¿Cómo traducir eso a los demás de otro modo? ¿Qué método usar para explicarle a las gentes que cumplen horarios de oficina? De mirarlos su día se ponía gris. “Míralos, la gente normal está toda loca. Basta ver como se visten”.

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