jueves, 12 de junio de 2014

Heteronimos


Cuando llegué al estudio me quedé con la impresión de que ambos llevaban conversando mucho tiempo. Un grado de concentración máxima, casi como un trance los envolvía, debí conformarme con leves movimientos de sus cuerpos como saludo. Casi, fui imperceptible para ellos.
- No estoy de acuerdo, no pueden haber límites para lo que se quiere escribir. Eres demasiado conservador. Aquiles, tienes que lanzarte sin miramientos.
- Es que esos temas van fuera de mi línea, me da un poco de pudor hacer literatura erótica.
- ¿Y qué? – Juan era indiferente a todo lo que ocurría a su alrededor casi todo el tiempo, salvo que le sirviera de fuente de inspiración. No era posible hablar de subjetividades con él, todo en su mente era trabajo y producir, producir, producir. Jeria, el Aquiles para sus amigos, era muy distinto. Siempre comparándose con sus pares y cayendo a menudo en inanes pugilatos y debates con sus contemporáneos. Se limitaba mucho en las materias de su escritura y en los formatos a emplear.
- ¿Cómo qué?, ¿Te parecería poco que me dejaran fuera de las revistas?, ¿Fuera de la editorial por inmoral?
- Me decepciona que no lo hayas pensado.
- ¿Pensado en qué?
- Pessoa, Pessoa hombre. Nunca escribió para nadie, alguien encontró por ahí algunos papeles en su escritorio y finalmente tenemos al mejor escritor de Portugal. Para no limitarse usaba heterónimos.
- ¿Hetero qué?
- Heterónimos.
- No sé que es eso…Di Sarrey siempre con sus conceptos estrambóticos.
- Son otras personalidades, otros nombres para permitir que fluyan desde dentro tuyo miles de ideas frescas. Cámbiate el nombre y escribe fogosamente.
- ¿Tú los usas?
- Siempre, de hecho es difícil distanciar a uno del otro y saber que tema escribiría uno y que tema aquél. A veces se me mezclan. Tengo cuatro, según recuerdo. Ahora que lo mencionas perdí una carpeta completa de poemas…Con uno de mis heterónimos, si la ves me la traes, por favor. Es verde.
- Volvamos a tema, ¿Fernando Pessoa?
- Exacto.
- No he tenido el placer de leerlo. –Aquiles, siempre estaba aprendiendo de los demás. No era un explorador, era en realidad un oportunista al acecho.
- Toma, léelo. Es genial. Invéntate un buen nombre, por favor. El tuyo es como de otra época: Aquiles Jeria. Ya, vuelvo al trabajo. Hay mucho por escribir.
Finalmente se despidieron, pero yo seguí siendo invisible para ambos.

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