Cuando llegué al estudio me quedé con la impresión de que ambos
llevaban conversando mucho tiempo. Un grado de concentración máxima, casi como
un trance los envolvía, debí conformarme con leves movimientos de sus cuerpos
como saludo. Casi, fui imperceptible para ellos.
- No estoy de acuerdo, no pueden haber límites para lo que se quiere
escribir. Eres demasiado conservador. Aquiles, tienes que lanzarte sin
miramientos.
- Es que esos temas van fuera de mi línea, me da un poco de pudor hacer
literatura erótica.
- ¿Y qué? – Juan era indiferente a todo lo que ocurría a su alrededor
casi todo el tiempo, salvo que le sirviera de fuente de inspiración. No era
posible hablar de subjetividades con él, todo en su mente era trabajo y
producir, producir, producir. Jeria, el Aquiles para sus amigos, era muy
distinto. Siempre comparándose con sus pares y cayendo a menudo en inanes
pugilatos y debates con sus contemporáneos. Se limitaba mucho en las materias
de su escritura y en los formatos a emplear.
- ¿Cómo qué?, ¿Te parecería poco que me dejaran fuera de las revistas?,
¿Fuera de la editorial por inmoral?
- Me decepciona que no lo hayas pensado.
- ¿Pensado en qué?
- Pessoa, Pessoa hombre. Nunca escribió para nadie, alguien encontró
por ahí algunos papeles en su escritorio y finalmente tenemos al mejor escritor
de Portugal. Para no limitarse usaba heterónimos.
- ¿Hetero qué?
- Heterónimos.
- No sé que es eso…Di Sarrey siempre con sus conceptos estrambóticos.
- Son otras personalidades, otros nombres para permitir que fluyan
desde dentro tuyo miles de ideas frescas. Cámbiate el nombre y escribe
fogosamente.
- ¿Tú los usas?
- Siempre, de hecho es difícil distanciar a uno del otro y saber que
tema escribiría uno y que tema aquél. A veces se me mezclan. Tengo cuatro, según
recuerdo. Ahora que lo mencionas perdí una carpeta completa de poemas…Con uno
de mis heterónimos, si la ves me la traes, por favor. Es verde.
- Volvamos a tema, ¿Fernando Pessoa?
- Exacto.
- No he tenido el placer de leerlo. –Aquiles, siempre estaba
aprendiendo de los demás. No era un explorador, era en realidad un oportunista
al acecho.
- Toma, léelo. Es genial. Invéntate un buen nombre, por favor. El tuyo
es como de otra época: Aquiles Jeria. Ya, vuelvo al trabajo. Hay mucho por
escribir.
Finalmente se despidieron, pero yo seguí siendo invisible para ambos.
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