domingo, 1 de junio de 2014

Apuntes de Estela

Un paso, solo un paso en la esquina.
El borde me protege.
La nuez baila.
El metal envalentona.
La mira les observa.

Se supone que estaría allí, pero estoy en otro lugar (y eso es lo que no saben).
Mahler ya no es el mismo y sus cornos con campana alzada ya no me impresionan, le perdí el respeto porque los idiotas le admiran para tratar de sentirse especiales e iluminados.
Tres llamados, a-tri-plet… Martilleos en la puerta.
Remilgos de poder en sus putrefactos cuerpos.
Respiro el aire, me inunda y rebasa.
La onomatopeya de mi respiración susurra: ALMA,  ALMA, AL MA, ALM A. ALMA-gnum.
Frío en las manos.
La derecha está casi muerta y con pulso férreo.
Titán deja de sonar.
Se apagan las cuerdas, finalmente.
Doy el paso al lado, un paso gigante.
Quedan frente a mí.
Abro la boca para evitar el pitido en mis oídos, lanzo el grito mudo y primal.
El primero cae, destrozado.
El segundo me mira con un tercer ojo en la frente.
El último se lleva la mayor ración de plomo, sacudiéndose eléctricamente antes de cerrar sus ojos.
Venganza es el nombre del juego.
Vinieron por lana y salieron trasquilados.
Ya no están.
No están en este mundo.
Los diarios tendrán de que hablar en sus crónicas coloradas.

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