Llegamos, a principio de año, sin saber mucho del tema. Algunos
totalmente legos, pero si con grandes ganas de aprender, de escribir y, como
no, de reinventar el mundo.
Y nos dieron las palabras para hacerlo y también las métricas
necesarias para poder llamarnos poetas.
En este momento es muy simpático ver el desarrollo de cada uno, algunos
destacan por lo prolífico en su obra, otros por la pasión entregada y unos
cuantos a contar con los dedos de una mano por haberse transformado en figuras
insignes y con publicaciones a su haber, en el campo poético.
Salvo Ernesto.
Conocida es su motivación por entrar al taller, para todos es materia
consabida que él solamente quería conocer mujeres y hasta cierto punto la tarea
que se trazó ha sido exitosa. Hablar de poesía con el es un terreno yermo y sin
colores, son prados secos y sin flores a los que nadie interesado en entrar.
Pero el parece feliz, creo que está genuinamente contento con no haber
aprendido nada. Y al decir nada no exagero. Hay compañeros que no le hablan o
bien le muestran su directo y eterno desprecio sin miramiento alguno. Ernesto
me simpatiza bastante, es muy ingenuo y transparente.
No obstante, hay que ser creativo con y para él. Ya estando en la recta
final del año hay que mostrar en algún grado el avance y el cumplimiento de
objetivos que cada proyecto merece como para que valga la pena llevarlo a cabo
en años consecutivos. ¿Cómo incluirlo a él? Su negligencia deliberada no le
permite ni siquiera aprenderse un verso de memoria de otro autor, imposible
parece que aprenda uno propio. Me acerqué a conversar con él para, con gran
pasmo, comprobar que su cuaderno está casi en totalidad virgen. Las únicas
palabras que contiene son los sustantivos que conforman su nombre completo y
que para mayor infortunio no riman ni siquiera de forma asonante.
No sin odio de por medio una colega menciona que se le ha ocurrido una
forma, un método para que también pueda ser parte en la muestra final. Nos
reúne y con una socarrona risa que la estremece comenta: - Un fusilamiento
literario.- Y nos da los detalles. Ernesto, presente en cuerpo y en triste alma
accede estoicamente. No puedo mirarlo sin compasión y trato de convencerlo de
que debe de haber algún otro modo, pero no muestra interés en oírme.
Pasan los días y llega ese que tanto importaba. Cada quien escribe el
poema preferido de entre su arsenal en un papel y carga grandes cantidades de
pólvora en su voz. Hacemos un círculo alrededor de Ernesto quien está
literalmente amarrado a la silla y totalmente expuesto a los mercenarios que hoy
somos. Una cuenta hasta tres se oye en lontananza y cada quien lee su poema a
viva voz. A un par de amigos se les deforma el rostro y una multitud de
malignas intenciones se apodera de su discurso. Otros escogieros dísticos,
poemas de estructura bastante corta, solo para tener el placer de ser los
primeros en atacar.
Mientras leo mi poema, que ya he memorizado, veo como arrguan sus hojas
y las transforman en un proyectil que hiere no tanto por la fuerza con que se
lanza, sino por la mala intención que lo rodea. Ernesto cual Cid Campeador
recibe los embates sin expresión emotiva ninguna. Uno a uno van lanzando sus
poemas, unos al rostro, otros al pecho o a las partes nobles de nuestro
democráticamente elegido condenado. Quedo yo aún, pero intencionalmente erro el
tiro.
Ernesto se ríe y mucho. Le desato ante un piño de miradas lacerantes.
- ¿Estás bien?
- Excelente – Responde.
Se sacude la ropa y va directamente a un cuaderno. Se quedó allí hasta
después de que la convivencia y convite preparados acabaron.
Esto ocurrió hace tiempo, hoy voy a encontrarle en una librería. Es su
tercera edición y quiero traerme el autógrafo de uno de los mejores prosistas
de nuestra generación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario