lunes, 21 de abril de 2014

Fusilamiento literario


Llegamos, a principio de año, sin saber mucho del tema. Algunos totalmente legos, pero si con grandes ganas de aprender, de escribir y, como no, de reinventar el mundo.
Y nos dieron las palabras para hacerlo y también las métricas necesarias para poder llamarnos poetas.
En este momento es muy simpático ver el desarrollo de cada uno, algunos destacan por lo prolífico en su obra, otros por la pasión entregada y unos cuantos a contar con los dedos de una mano por haberse transformado en figuras insignes y con publicaciones a su haber, en el campo poético.
Salvo Ernesto.
Conocida es su motivación por entrar al taller, para todos es materia consabida que él solamente quería conocer mujeres y hasta cierto punto la tarea que se trazó ha sido exitosa. Hablar de poesía con el es un terreno yermo y sin colores, son prados secos y sin flores a los que nadie interesado en entrar.
Pero el parece feliz, creo que está genuinamente contento con no haber aprendido nada. Y al decir nada no exagero. Hay compañeros que no le hablan o bien le muestran su directo y eterno desprecio sin miramiento alguno. Ernesto me simpatiza bastante, es muy ingenuo y transparente.
No obstante, hay que ser creativo con y para él. Ya estando en la recta final del año hay que mostrar en algún grado el avance y el cumplimiento de objetivos que cada proyecto merece como para que valga la pena llevarlo a cabo en años consecutivos. ¿Cómo incluirlo a él? Su negligencia deliberada no le permite ni siquiera aprenderse un verso de memoria de otro autor, imposible parece que aprenda uno propio. Me acerqué a conversar con él para, con gran pasmo, comprobar que su cuaderno está casi en totalidad virgen. Las únicas palabras que contiene son los sustantivos que conforman su nombre completo y que para mayor infortunio no riman ni siquiera de forma asonante.
No sin odio de por medio una colega menciona que se le ha ocurrido una forma, un método para que también pueda ser parte en la muestra final. Nos reúne y con una socarrona risa que la estremece comenta: - Un fusilamiento literario.- Y nos da los detalles. Ernesto, presente en cuerpo y en triste alma accede estoicamente. No puedo mirarlo sin compasión y trato de convencerlo de que debe de haber algún otro modo, pero no muestra interés en oírme.
Pasan los días y llega ese que tanto importaba. Cada quien escribe el poema preferido de entre su arsenal en un papel y carga grandes cantidades de pólvora en su voz. Hacemos un círculo alrededor de Ernesto quien está literalmente amarrado a la silla y totalmente expuesto a los mercenarios que hoy somos. Una cuenta hasta tres se oye en lontananza y cada quien lee su poema a viva voz. A un par de amigos se les deforma el rostro y una multitud de malignas intenciones se apodera de su discurso. Otros escogieros dísticos, poemas de estructura bastante corta, solo para tener el placer de ser los primeros en atacar.
Mientras leo mi poema, que ya he memorizado, veo como arrguan sus hojas y las transforman en un proyectil que hiere no tanto por la fuerza con que se lanza, sino por la mala intención que lo rodea. Ernesto cual Cid Campeador recibe los embates sin expresión emotiva ninguna. Uno a uno van lanzando sus poemas, unos al rostro, otros al pecho o a las partes nobles de nuestro democráticamente elegido condenado. Quedo yo aún, pero intencionalmente erro el tiro.
Ernesto se ríe y mucho. Le desato ante un piño de miradas lacerantes.
- ¿Estás bien?
- Excelente – Responde.
Se sacude la ropa y va directamente a un cuaderno. Se quedó allí hasta después de que la convivencia y convite preparados acabaron.
Esto ocurrió hace tiempo, hoy voy a encontrarle en una librería. Es su tercera edición y quiero traerme el autógrafo de uno de los mejores prosistas de nuestra generación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario