jueves, 13 de junio de 2013

Desahuciados crónicos


Yo lo sé, duelen la canas, los callos, las pestañas, el hueso del estómago, el mundo, la atmósfera; todo. Litros de sangre te han sacado, litros también de orina guardados en un ropero u otro de tu casa. Tienes radiografías de cada hueso que hay en tu cuerpo, incluso de aquellos que la ciencia aún no descubre.
Tratamientos, pastills, jarabes, vacunas, inyecciones; nada es suficiente.
Has pensado en matarte para dejar de sentir ese dolor agudo, punzante y que no cesa en el cuerpo.
Una cada ocho horas, 200 Mg., nunca en ayunas, evite mezclar con alcohol…
Tampoco hay que creerle mucho a los matasanos, dicen cualquier cosa con tal de sacar unos pesos extra.
Yo conozco el tratamiento exacto para tu mal, para esa enfermedad que te tiene postrado.
Toma un espejo lo más grande posible, idealmente que te permita visualizar tu cuerpo por completo. Sácate la ropa frente a el, (es recomendable ejecutar este paso totalmente a solas) apúntate con el índice y di con todas tus fuerzas: “Estoy viejo y solo, angustiado de que nadie me vuelva a amar”.
Repite sucesivamente hasta que la frase te convenza del todo, o bien pierda sentido. Y es que más cierta no puede ser, nacemos ya viejos para enfrentar muchas cosas, solos absolutamente y con una amor perecedero que pronto nos dejará, en el caso de poder disfrutarlo, que proporciona la figura maternal.
Y repite, repite, repite.
“Estoy viejo y solo, angustiado de que nadie me vuelva a amar”.
A continuación corre, pero de verdad corre. Deja atrás todo, mira el mundo con otros ojos. Olvídate de tus hijos y de esa mujer que es tu esposa, si quieren correr te alcanzarán. De lo contrario no vale la pena en lo más mínimo incluirlos en tu carrera.
Cuando la cara se te deforme, cuando no reconozcas colores y la presión en los ojos te haga ver solamente un aura roja, para. Deténte, el tratamiento ha sido exitoso. O bien, habrás muerto de manera trágica por la sobreexigencia (dejando una viuda y a tus retoños liberados de un enfermo crónico y terminal y por ende con totales posibilidades de disfrutar la vida) o estarás mejor capacitado para gozar hasta de la vida (lluvia y calcetines húmedos incluidos).
No corras de vuelta, pausa tus pasos.
Cuando llegues a casa dale su merecido abrazo a todos y cada uno de los que allí habitan (también a ese hijo rebelde que aprueba todos los años con un 4.1 y que no ha querido terminar su enseñanza media) y ámalos, pero ámalos de veras.

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