lunes, 21 de marzo de 2016

¿Si rezar no es suficiente?

Encendí la radio, cuidando de no dejarla a mucho volumen ya que el pequeño Vicho se podría despertar. Estaba muy cansada, llevaba conduciendo unas seis o siete horas consecutivas. Ya estaba amaneciendo cuando el auto comenzó a temblar.
Recé por mi familia y por mí.
De inmediato detuve el motor, pensando en algún desperfecto, pero el remezón se hizo más fuerte aún. Un extraño ruido, como el paso de un avión por el cielo, se colaba en el bosque y se amplificaba en la carretera. A diferencia de sonidos a los que uno está más acostumbrada, el zumbido no se detuvo. Se podía oír con más fuerza y agudeza cada vez. Volví a rezar.
Temí que estuviéramos siendo bombardeados o algo así, esas cosas se ven en la tele y a veces asustan.
No quise salir del auto, pasara lo que pasara me sentía más segura allí dentro. Tomé a Vicho en brazos. Ni siquiera con ese ruido ensordecedor despertó.
De pronto retazos de metal cayeron alrededor nuestro. Algunos bastante quemados, otros no tanto. Afortunadamente ninguno dio directamente en el auto.
Recé, con mucho miedo, recé por mi familia y por mí.
El bosque quedó casi en silencio, salvo por los chillidos de algunos pájaros que volaban espantados.
Esperé a que saliera el sol completamente para explorar la zona.
Di un par de pasos fuera del auto, siempre con Vicho a la vista, y encontré un casco. Un enorme casco, muy distinto a los de automovilismo. Con mucha curiosidad lo tomé en mis manos. Jamás había visto algo así. Pesado, lleno de cables de todo tipo, su superficie chamuscada. Todavía estaba caliente.
Al girarlo encontré el logo de Asociación Aeroespacial Internacional.
Volví al auto y sintonicé la emisora de los noticiarios.
El último transbordador enviado a orbitar la luna había explotado en su reinserción a la atmósfera. Toda la tripulación había muerto. El Presidente pedía que guardáramos la calma y que no nos alarmásemos, además, destacaba lo heroico de estas personas que arriesgaron su vida en pos de la ciencia por el bien de todos y cada uno de los ciudadanos de nuestro planeta.
Recé, con mucha pena, recé por todos ellos y sus familias.

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