lunes, 14 de octubre de 2013

Manías


Y todos los asiáticos, programados totalmente, esperándonos. “Ud. sube Sr. Puga…ascensor…tres segundos primer piso”. Todo calculado, todo extremadamente frío. Pero aún así se daban el tiempo de gritar en cada esquina cuando pasábamos en las limusinas, habían diez de ellas, y nosotros íbamos en dos apenas.
Nos llevaron al lugar con todo el tiempo calculado, hasta se habían dado el tiempo de medir cuantos segundos demoraban los autos en pasar cada cuadra sin quedarse atascados en un semáforo.  Es era el nivel de organización que tenían.
Fue el único sitio en que ninguno de nosotros logró escaparse del hotel y eso que en ese tiempo los GPS ni siquiera existían, ni siquiera llegamos a la cocina. Parecían oler el aburrimiento en nuestras venas, en cuanto abríamos una de las puertas unos pocos centímetros para asomarnos aparecían de la nada dos o tres de esos novios de torta con gafas ahumadas a preguntar cualquier cosa.
La televisión no era lo más exigente a nivel intelectual a pesar de la por todos conocida sabiduría oriental, Sun Tzu estaría muy triste.
El trayecto al estadio fue de lo más tedioso, volviendo a tema, una larga distancia sin ninguna pausa para mirar el paisaje, era ridículo.
Nos bajaron de las limo y los guardias nos toqueteaban por todos lados, no hubo nada en ese viaje que no fuera extraño.
Subimos al escenario después de que nos registraran exhaustivamente en busca de armas, razón aparente? La princesa nos hizo saber al final del concierto de su presencia, fue muy respetuosa y cariñosa con nosotros.
Estaba el estadio lleno, hasta el tope. Jamás había visto algo así, Diego se quedó paralizado ante tanta gente. Lo curioso era que no se movían a lo más gritaban un poco pero nadie, nadie…NADIE intentó subirse al proscenio. Para nosotros fue extraño aquello, pudimos tocar tranquilos, sin que las fanáticas gritaran mucho y eso nos obligó a oírnos en profundidad. Ese concierto marcó un antes y un después, fue sin duda la enzima catalizadora para transformarnos de unos meros ejecutantes a unos músicos de verdad. Empezamos a crear melodías que ninguno pensaba poder hacer, comenzamos a tocar otros instrumentos y a preocuparnos de los matices.
Felipe se trajo varios kimonos  y una novia, demasiado seria para lo que era nuestro carácter en ese entonces. Esto le hizo crecer mucho en el ámbito personal, ella le llevó a conocer distintas filosofías y a estudiar a fondo su espíritu. Si escuchas las cosas que hicimos después de ese viaje verás que explotamos, Diego también dio pasos gigantes hacia su identidad musical, se permitió crear, componer, arreglar, ejecutar y cantar en el disco. Tanto fue el material que logró componer que un par de meses después había lanzado su primer disco solista. Es bastante bueno.
La pasamos bien…
Pero luego de esa gira nada volvió a ser lo mismo.

2 comentarios:

  1. Quedaste seleccionado en la revista, en el transcurso de la tarde te llamo. !!!Felicitaciones¡¡¡¡ PEdro

    ResponderEliminar