Después de mucho tiempo volví a soñar con ella, a recordar su voz, su
aroma y la ubicación de sus lunares en la espalda. Fue un sueño lúcido en su
totalidad, muchos detalles vívidos y casi palpables que me dieron inspiración
para escribir.
Y como pasa cada vez que uno
empieza a recordar, vuelve cierta nostalgia y ganas de haberse tomado las cosas
de un modo más relajado.
Decidí hacer una catarsis bastante utilitaria a través de la escritura,
tomé un par de semanas en dedicarle un cuento. Mismo que no escribí estando con
ella a pesar de que la quise y la amé como nunca lo había hecho.
Traté de rememorar sus características positivas, pero no muchas
afloraron. Más que nada recordé situaciones desagradables y tensas. Por lo
mismo decidí hacer un cuento de ficción y no uno realista.
Lo revisé, lo diagramé e hice unas cuantas impresiones. Obviamente le
regalaría una a ella.
Busqué su número telefónico, pero ya se me había olvidado
por completo y no lo había anotado en ningún lugar. Finalmente, luego de muchos
intentos fallidos, logré reconstruirlo en mi mente y marcarlo.
Marqué, marqué, marqué...
Al final del
relato su cadáver era encontrado en la tina después de muchos días de haber
muerto.
Marqué, marqué, marqué…
Pedí el número a un amigo en común y me corroboró que estaba correcto.
Marqué, marqué, marqué…
No me contestó jamás, pero no me pareció raro ya que ella no tenía gana
alguna de hablar conmigo desde mucho tiempo atrás. Lo que me sorprendió fue el
momento en que me llamó su tía conmovida, con el corazón trastocado y lánguido,
para contarme que habían encontrado a Erica en la tina del baño luego de presentar la alerta de presunta desgracia, eso un par de semanas atrás.
Los peritos manejaban la hipótesis de que se había
golpeado la cabeza al intentar alcanzar su celular para contestar una llamada,
probablemente mía.
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