martes, 22 de octubre de 2013

Ciencia a fricción


Después de mucho tiempo volví a soñar con ella, a recordar su voz, su aroma y la ubicación de sus lunares en la espalda. Fue un sueño lúcido en su totalidad, muchos detalles vívidos y casi palpables que me dieron inspiración para escribir. 
Y como pasa cada vez que uno empieza a recordar, vuelve cierta nostalgia y ganas de haberse tomado las cosas de un modo más relajado.
Decidí hacer una catarsis bastante utilitaria a través de la escritura, tomé un par de semanas en dedicarle un cuento. Mismo que no escribí estando con ella a pesar de que la quise y la amé como nunca lo había hecho.
Traté de rememorar sus características positivas, pero no muchas afloraron. Más que nada recordé situaciones desagradables y tensas. Por lo mismo decidí hacer un cuento de ficción y no uno realista.
Lo revisé, lo diagramé e hice unas cuantas impresiones. Obviamente le regalaría una a ella. 
Busqué su número telefónico, pero ya se me había olvidado por completo y no lo había anotado en ningún lugar. Finalmente, luego de muchos intentos fallidos, logré reconstruirlo en mi mente y marcarlo. 
Marqué, marqué, marqué...
Al final del relato su cadáver era encontrado en la tina después de muchos días de haber muerto.
Marqué, marqué, marqué…
Pedí el número a un amigo en común y me corroboró que estaba correcto.
Marqué, marqué, marqué…
No me contestó jamás, pero no me pareció raro ya que ella no tenía gana alguna de hablar conmigo desde mucho tiempo atrás. Lo que me sorprendió fue el momento en que me llamó su tía conmovida, con el corazón trastocado y lánguido, para contarme que habían encontrado a Erica en la tina del baño luego de presentar la alerta de presunta desgracia, eso un par de semanas atrás.
Los peritos manejaban la hipótesis de que se había golpeado la cabeza al intentar alcanzar su celular para contestar una llamada, probablemente mía.

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