sábado, 13 de abril de 2019

La muerte vino a bolsear


Vénte conmigo, Gabriel,
que tu guerra está perdida,
en un mundo que está muerto,
¿De qué te sirve la vida?

Oí lejanos murmullos
y fui a mirar a mi puerta
que, aunque nunca estuvo abierta,
no cumplió haciendo lo suyo.
La parca con mucho orgullo
se coló bajo el dintel.
Y vi la imagen de aquel
ser que trae la peor suerte,
me cuchicheaba la muerte:
- Vénte conmigo, Gabriel -.

La invité a tomar asiento
porque ya era la hora de once,
acomodóse ella, entonces,
y engulló un pan, al momento.
- Mira, no creas que intento
adelantar tu partida
ni que vengo a toda brida
con perjuicio y malas artes,
mi deber es informarte
que tu guerra está perdida -.

Mate amargo, se sirvió,
y carne, como ella, yerta;
con una mirada incierta
gran explicación me dio.
- No sé quién me concibió,
ni si ha sido un desacierto.
O si al humano he cubierto
bajo un halo de conciencia,
¿Cómo impongo mis sentencias
en un mundo que está muerto?

- Dicen que soy la culpable
solo de causar dolor,
pero, mira alrededor
¿Soy la única responsable?
Me tratan de despreciable,
de horrible y de desabrida.
Ya soy experta y curtida
escuchando impertinencias,
¿Cuándo pierdes la inocencia,
de qué te sirve la vida?

- Si me ha llegado la hora,
- Respondí seco y tranquilo -,
no haga preguntas en vilo,
lléveme donde Ud. mora.
Por fin, se fue la Señora,
me dejó tieso y abanto;
preguntándome, entretanto,
las causas de su alharaca
y ¿Por qué es que está tan flaca
si yo la vi comer tanto?

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