domingo, 10 de febrero de 2019

Modelo


Con el pincel en la mano, casi sin inspiración, le vio asomarse en la ventana. Se quedó allí relajadamente, aunque algo reluctante a sus intentos de acercarse. Acomodó el atril, desplegó los colores y le plasmó sobre el lienzo.
Terminado el cuadro, el felino hizo un ademán con su pata, que a Márquez le pareció una elegante manera de despedirse.
Solo quedaba esperar, pacientemente, a que el óleo se secara.
Siempre pensó que los gatos eran criaturas maravillosas. Ese día lo confirmó.

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