martes, 6 de noviembre de 2018

Novela


- Hola. ¿Qué tal?
Sorprendido el agente Ovalle dio media vuelta llevando la mano a la empuñadura de su pistola, que reflejó un destello de la luna en plena noche.
- ¿No se supone que deberías estar muerto? Ayer te di tres balazos en la cabeza…
- Sí, - Dijo mostrando las cicatrices en su pecho - pero aquí me tienes. Creo que el autor se encariñó conmigo, aún cuando es algo descuidado. Seguramente borrará algunas líneas pronto.
La aseveración del bandido resultaba del todo atingente.
- Ni que lo digas, hoy me hizo comer champiñones, sabiendo que soy alérgico. Pensé que me haría ir al hospital, pero aquí estoy. Sano y sin complicaciones. – Respondió Oballe.
- ¿Y te quejas? Yo tengo una novia a la que desconozco totalmente, en tres novelas no le ha dedicado una sola palabra. Jamás la describió y dudo que sea capaz de hacerlo. Comienzo a sentirme solo, soy un novio preocupado. Además de que me hace comprar flores y chocolates, atracar bancos y robar mansiones lujosas para comprar regalos que no tienen destinatario.
- Lamento la muerte de dos de mis novias y de mi esposa. ¿A qué ser humano en su sano juicio se le ocurriría seguir siendo policía después de haber sufrido tanto?
- Eso es lo que vende, Ovaye, eso es lo que vende…Lamento tus pérdidas.
- Tal vez, bueno, Perez, te dejo. Tengo mucho que hacer y tú ni siquiera deberías estar aquí.
- Lo sé, solo quise pasar a saludar. Al fin y al cabo, debería estar muerto desde el final del Capítulo IV.
Miró el reloj, eran las cuatro de la tarde.

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