viernes, 15 de diciembre de 2017

Guitarra chillona

Cada Miércoles pedía lo mismo: una paila de huevos revueltos con un par de rebanadas de pan de molde bien tostado, un jugo de naranja y un té de caramelo. Leía el periódico de atrás hacia adelante y al llegar a la portada volvía al final para revisar su horóscopo y resolver los sudokus.
Abría el pequeño estuche que siempre traía y sacaba una guitarra chiquita y chillona de cuatro cuerdas. Nunca grabé sus composiciones, me conformaba con oírlas así, sin editar, siempre era una sorpresa el como iban a sonar después.

Era agradecido, a cambio de reservarle la mejor mesa y encargarme de que nadie le molestara me regalaba sus discos autografiados, algunos libros y la última vez que lo vi me obsequió la guitarrita. Aunque habían pasado años de esta rutina recién allí vine a saber que se llamaba ukelele.

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