miércoles, 10 de mayo de 2017

Instantáneas

Cuando una fotografía llega a mis manos trato de hacer el ejercicio de meterme en la mente de los que en ella aparecen. Me encanta analizar la composición, la textura, los colores y otros aspectos de la postal en sí, pero me resulta más placentero observar la dinámica social interna donde se enmarca la interacción de los protagonistas que aparecen en la estampa.
En pequeños mercados y ferias, en ocasiones adquiero estampas de personas desconocidas para el mundo. Esos olvidados por la historia son mi principal deleite. Este fin de semana tuve más tiempo de recorrer y, por ello, logré hacerme propietario de una cantidad considerable de ellas.
Me sedujo inmediatamente una instantánea a modo de marcalibros, fechada hace exactamente 51 años.
Todo sugiere que es una serie tomada por una cámara automática, de esas que funcionaban con monedas, en el contexto de un matrimonio.
Aparece en ella una pareja de aproximadamente treinta años, ambos de similar estatura. Aunque sus cuerpos solo se aprecian desde la zona del pecho hacia arriba, la vista sugiere que el sujeto masculino es atlético y fuerte, tal vez haya sido deportista. Viste una camisa blanca y una corbata listada cuyo color original es difícil de adivinar dado lo desteñido del papel. Probablemente haya sido roja, anaranjada o amarilla. No me caben dudas de que era un color cálido.
En las tres imágenes que acompañan la serie mira directo a la lente. En la vista superior está mostrando una lengua larga, invasiva que esculpe casi una ofensa en el aire. Sus ojos son vivaces y el arco de las cejas le otorga un carácter festivo y seguro.
En la segunda solamente sonríe y parece un poco más relajado. Su gesto es de disfrute pleno, se “deja querer”.
La tercera es una sólida carcajada, los pliegues de su vestidura sugieren que estaba con las manos en alto en señal de triunfo, no obstante, sus brazos quedan fuera de encuadre. El izquierdo por no estar las fotos centradas y el derecho queda cubierto por el cuerpo de la mujer que le acompaña, quien permanece abrazada al hombre con una cercanía que sugiere una relación romántica.
La mujer es muy elegante, vivaz, feliz. Aún cuando su vestimenta es rigurosamente negra, transmite mucha energía y paz. Lleva un vestido negro con tirantes y sobre el mismo una transparencia azabache muy coqueta, que deja descubierta gran parte de su hombro y cuello.
Sus carnes son generosas y despliegan gran voluptuosidad. Lleva el pelo tomado con una cola simple, que permite ver su frente noble y lo hermoso de la forma de su cabeza.
En el primer recuadro no mira directamente al objetivo, aunque está de frente a el.
Su vista está unos cinco o diez grados más abajo. Podría interpretarse como que se está cerciorando del buen funcionamiento de la máquina. Su mano derecha se posa sobre el pecho de su consorte, es un poco rechocha e infantil, mano y antebrazo son un continuo donde la muñeca no es demasiado evidente. Las uñas están pintadas de un burdeo muy sobrio. Saca la lengua con timidez, un poco incómoda; el gesto no es natural para ella.
En el segundo cuadro mira directo al objetivo con una sensualidad inusitada, girando la cabeza en la dirección hacia donde está el cuerpo de su pareja, mirando a la cámara de reojo, pero desafiante. Le está besando la mejilla a su hombre con gran picardía, lo que recuerda al gesto de un piloto de carreras, un tenista o el capitán de una escuadra de fútbol al darle el esperado arrumaco a la copa tan ansiada.
Dicho giro permite ver sus aros (en realidad solo el derecho), un colorido círculo con motivos geométricos. Seguramente un mandala, su brillo es metálico e hipnotizante. El nuevo ángulo aclara los motivos de su transparencia, son flores de lis y estrellas de seis puntas. Su brazo derecho sube hasta el hombro de su acompañante, lo que proyecta cierto dominio, o sensación de posesión. Si tuviera que titular el segundo cuadro su nombre sería: “Él es mío”.
En la tercera instantánea ríe con una carcajada perfectamente simétrica, su ojo izquierdo está oculto tras la mejilla del sujeto a quien permanece aferrada, en cambio se puede observar lo estiloso de las líneas de su cuello con mayor amplitud.
Su mano se relaja un poco y permanece justo donde termina el nudo de la corbata de él en actitud de contención o consuelo. De las tres impresiones que contiene la fotografía, en esta es donde más cercanos se encuentran tanto sus rostros como sus cuerpos.
El fondo es negro, no obstante el flash deja un halo luminoso sobre la mujer en todas las postales, lo que emula a una aureola de santidad o a un tocado español del siglo XIX.
Sospecho que ella era la dominante en su relación, por la posición que toma su brazo derecho en cada grabado; que parece ser la batuta del cuadro definitivo esbozado.
La piel morena tostada de la chica y sus atuendos oscuros contrastan con la blancura de la tez del joven y su indumentaria.
Juntos parecen un amoroso Ying-Yang.
No hay que ser un experto para darse cuenta que se amaban mucho.

Desería saber si alguno de ellos está vivo aún.

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