viernes, 13 de noviembre de 2015

Variaciones del sueño IV

Los niños bailaban. Yo escribía mientras ellos se divertían. Logré sacarlos de la isla en circunstancias que ni yo mismo logro entender, vencí a un extraño dragón solamente con mi katana y algo de suerte.
Estaba escribiendo y dibujando detalles de los hechos en un manual destinado a mis alumnos en el arte de la guerra.
André, Abdón, Antón, (algo así) parecía más crecido y seguro de sí mismo. Porta en el cinto una pequeña katana. ¿Le estaré enseñando ya las artes?
Paloma me demuestra más cariño del que acostumbra, es menos fría y distante. Ahora cuando me mira lo hace con unos ojos encendidos y que abrasan. Ella se deja conquistar por hechos más por palabras y sabe que arriesgué mi vida por la de ellos. Me lo agradece infinitamente y dejó de verme como un extraño.
Gradualmente se olvidan del que me quiso suplantar, al parecer el tipo no hizo mucho por su bienestar cuando esto implicaba dejar su zona de comodidad.
Con señas de las manos me invitan a bailar.
La cadencia es lenta y la canción de fondo se me hace familiar.
Por primera vez veo a los pequeños limpios, riendo y sin preocupación. Debo aprender a ser padre, pero creo que no lo hago nada mal.


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