viernes, 10 de mayo de 2019

Juan


Rafael Gantz lo creó. Y aunque parezca increíble, sobrevivió a Rafael. Eran una y la misma persona. El llegó con el manuscrito firmado con pseudónimo, según él para que la obra fuera apreciada por su calidad y no por su influencia como músico. Me pareció loable que quisiera medirse así, abriéndose un lugar en la poesía como un mero desconocido. Sin duda que las ventas habrían sido increíbles si hubiese firmado como Gantz, tenía, de hecho, muchas ofertas para escribir una antología de las letras de sus canciones, para redactar una biografía en la que explicara como se transformó en músico. Jamás lo hizo.
El mundo supo, varios años después, que era un alter ego. 
Eso no aumentó las ventas, el libro, per se, fue un éxito y se mantuvo con buena venta por más de una década. Todos esperaban un segundo volumen de ese tal Juan Volant, que jamás llegó.
Hay sonetos muy interesantes allí, no alcancé a leer el manuscrito antes de su muerte, de lo contrario le habría alentado a escribir más. Era tan sensible, tan apegado a la verdad, tan lejano a ese sucio negocio en que transformó la música en esos tiempos. Tenía muchas inseguridades, pero fue genial en todas las áreas en las que algo hizo.
Por cierto, esa acuarela me la regaló él. ¿Hermosa, no?

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