jueves, 30 de agosto de 2018

Sofrología


De niño había sido perfecto.
Aprendió a hablar con precocidad mostrando un vocabulario nutrido y amplio, de una especificidad increíble en su mensaje. Al año ya caminaba, a los dos corría sin dificultades. Lector voraz desde los cuatro años, sin importar si el libro que tenía al frente era infantil o no. Su ingreso a la escuela fue motivo de orgullo para sus padres y abuelos, desde etapas muy tempranas se distinguió como el mejor alumno en todas las áreas, deportes y artes incluidos.
En la Universidad fue el mejor de su generación, recibiendo su título antes, incluso; de lo programado en la malla curricular de ambas de las carreras que estudió en paralelo.
¿Cómo explicarse, ahora que le interrogaban, que un sujeto con tantos talentos y que parecía no tener límites en ellos se hubiese transformado en esa bestia inhumana y despiadada?
Ellos no lo sabían y, ciertamente, jamás lo explicaría. Toda su vida había hecho las cosas según la norma, de acuerdo a las reglas de otros, la moral y las buenas costumbres. Estaba sumido en el tedio de ser distinto y, paradójicamente, uno más.
Había decidido, con el primer asesinato, comenzar a hacer sus propias reglas.

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