domingo, 4 de febrero de 2018

Con tacones

Para ser un millonario en dólares la seguridad en ese edificio era un chiste. Nada peor que un famoso tacaño.
Desactivar las cámaras fue un juego de niños y colarme allí a poner los micrófonos presentó escaso desafío. Los guardias estaban más preocupados de hablar despectivamente de sus conquistas que de hacer bien su trabajo, esos tres gordos no me habrías visto ni el polvo si hubiesen tenido que seguirme corriendo. Eso que iba con tacones.
Tuve tiempo de adelantar mucho trabajo.
Incluso me permití leer algunos versos de Salvatore Quasimodo antes de irme del lugar.

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