domingo, 20 de noviembre de 2016

Variaciones del sueño LII

Yo pensaba que estaba muerta. Pero está aquí y me sonríe, o creo que me sonríe a mí.
Es preciosa, eso no se lo quita nadie. Me encantaban sus ojos, me encantaban antes de que tuvieran esa opacidad cansada del desgaste y esa falsedad de vidrio empañado. Ahora que los miro son como de muñeca barata.
Me acerco un poco y me doy cuenta de que el cabello dorado es una peluca y que además tiene olor a naftalina. Las manos están en evidente estado de descomposición y el estómago sigue teniendo gusanillos que bailan, se asoman y se van.
Solo por curiosidad la toco, tal vez se sienta como cualquier otro ser humano. Pongo tímidamente un dedo en la superficie, lanza una frase al aire (sé que es mentira) y antes de cerrar la última vocal se ha deshecho en una arena negruzca y gruesa.
El viento no se la lleva, más bien juega con ella en pequeños remolinos. Ahora que la observo bien siempre fue arena, solo arena y nada más.

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