La gente fría me provoca distancia, me desagrada que busquen excusas
para rechazar un abrazo, que no asuman que alguien más pueda tenerles estima y
quieran demostrarlo.
Me desequilibran las personas que siempre dicen estar ocupadas y no
tener tiempo para una cita o un llamado. Me molesta que no me contesten las
cartas o el teléfono, cualquiera sea el motivo. Me limita la distancia, me
limita la falta de compromiso y la carencia de confianza en la transparencia y
sinceridad.
Que no me dejen ser yo mismo es triste, desagradable en grado sumo es
que te dejen sumido a contentarte con decir solamente una parte de todo el
mundo que puede desplegar tu voz.
Los sujetos que llegan tarde a las citas me parecen deplorables, siento
su falta de respeto como una aguja en un ventrículo (creo que el derecho) que
me deja sin latidos.
Detesto a la gente caótica que no sabe lo que quiere y va llorando ante
las vicisitudes de la vida, estas han forjado mi carácter y he vencido en
escenarios despiadados que han querido aniquilarme y destruir todo lo que con
esfuerzo he construido. Me hacen pésimo las verdades ocultas y las mentiras
maquilladas con tal de “no hacer daño”, las traiciones me descomponen el día.
Me pone de mal humor la gente que no acepta lo que quieres entregar en
materia de cariño y amor, las parejas que te ponen tapujo son una triste fauna
que no merece que el oxígeno llegue a sus arterias.
Pero en tu caso fue distinto, con todo en contra te quise, me entregué,
hice lo que pude e intenté más. Casi, casi me enamoré de ti, te adoré completamente
con defectos (muchos) y virtudes.
La historia…es historia.
Eres lo que se llama excepción.
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