- Y allí estaba ella, interpretando el Allegro Molto e Vivace de la
sonata #13 de Beethoven a primera vista. No me lo podía creer, verla, vestida
con esos atuendos impresionantes que usaba y con esas gafas violeta con uso
durante la gira por Europa.
Masacraba las teclas con una elegancia soberbia, una mezcla inusual;
jamás verías algo así en un músico clásico.
El cigarrillo quemándose entre sus labios, su aroma, su prestancia y
esa sensación de que algo importante estaba pasando, de que un espíritu genial
rondaba allí son lo que más recuerdo. Podía sentirlo y soy bastante incrédulo y
pragmático con esas cosas.
Mis colegas me habían dicho que mantuviera las expectativas bajas, que
solo encontraría a una drogadicta querida y sobre valorada por un público
ignorante. Vilipendiaban y odiaban abiertamente su blues de 12 compases,
menospreciaban su interpretación. Era fenómeno, a lo más, de un par de meses;
decían con desdén.
Me quedé de una pieza, cuando concluyó y se me acercó a saludar me
entregó una energía desbordante. Me enamoré a primera vista…
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