La entrevista estuvo hermosa. Nahuel me bendijo con su hermoso sonido y
mis dedos estaban especialmente seguros. Mi voz tenía una tesitura cálida, todo
salió de la mejor manera posible.
Ni en mis mejores sueños podría haberlo hecho mejor.
No obstante, estuve triste todo el programa.
Quizá era el frío, quizá era el día nublado y sedante. Ese Viernes me
tenía inquieto sin una razón particular.
Al salir de la radio revisé mi teléfono. Llamadas perdidas de la musa
amada. Varias.
Le llamé y supe a que se debía mi pena.
No dijo nada en específico, solamente que teníamos que conversar. Eso
fue conmovedor, pero no tanto como el tono de despedida en que lo decía.
Me acerqué a su casa y, en mi inocencia, llevé todo lo que pensaba
sería necesario para pasar la noche allí.
Pero las palabras crean realidades y el destino no quería que mis
planes se cumplieran.
Volví a mi hogar triste, con un raro sinsabor.
Solo puedo decir que la amé sin dejarme nada.
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