Fue hace un tiempo. Abrí mis brazos y le
pregunté: ¿Cómo estás? La recibí, acaricié su espalda y acerqué mis manos a sus
caderas. Su hermoso cabello oscuro me mesmerizó con su fragancia. Bajé por su
frente, desnudé sus mejillas con mi labios, busqué su sensual boca que me
respondió con una húmeda calidez.
Fue entre guitarras de todos los tamaños y
colores.
Me arrulló con lengua, hizo que mi sangre hirviera. La excusa fue
calibrar su bajo.
Sin duda, el mejor beso.
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