Nunca erigida Sibila por mérito propio, nunca de ubérrimo espíritu.
Dotada estás de una sangre talismánica en las venas, que se pudre progresiva y
silenciosamente. Me rodea tu noble indolencia, tu fingida distancia de monarca
antiguo. Eres un caballero errante cuya única arma es una daga suicida, ante un
concepto equivocado de la victoria. La victoria no es lo tuyo, derrotas y
doblegas, pero a costa de destruir toda esperanza de vida, incluso la propia.
En griego antiguo cantaste, hiciste una misa en latín cuyos fúnebres
acordes destrozaron todo a tu alrededor. Eres una melodía pulcramente ejecutada
en tonos menores por una orquesta de cuerdas. Eres un coro de voces panegíricas
fingidas, falsas y repugnantes. Melancólica comedia la tuya, ebúrnea voz que me
recorre para entregarme un mensaje inconcluso, confuso, que me roe los huesos
reblandecidos por el ácido corrupto de tus besos.
De tus besos no beberé ya jamás, de los escombros de tus caricias me
lavaré con olvido, de tus miradas ingratas me alejaré.
¿Para dónde venimos?
¿De dónde vamos?
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