El 23 de Agosto de un año terminado en trece, la Alianza envió
secretamente una carta para terminar la guerra. En bellos y poéticos términos
se establecían las condiciones para una tregua definitiva, manifestando que
dicha constructiva proposición de paz quedara en secreto.
La Patria Independiente leyó de principio a fin la misiva,
elegantemente redactada. No hubo reacción ante ella, a todas luces se trataba
de una trampa. A pesar de los ofrecimientos de estabilidad y de la apertura a
un nuevo estado de equilibrio entre las partes involucradas, era difícil de
creer que tuviera un sustento sólido.
No se limaron las asperezas del conflicto, es más, se acentuaron. La
guerra continuó de todos modos, se conserva aún la carta; como una anécdota en
un museo, donde el público puede leerla y consultarla.
Ningún visitante posa sus ojos en ella sin una exclamación cargada de
fuertes epítetos.
La Alianza será siempre la Alianza, hay cosas que no cambian.
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