Llegó corriendo hasta el cuartucho donde ensayábamos y nos encontró
jugando al carioca. Gritaba como una loca y agitaba las manos como si tuviera
epilepsia o algo así, parecía una maniática.
No nos oía, llevaba unos grandes fonos puestos y los cascos no le permitían
entender lo que le decíamos. Empezamos a preocuparnos.
De repente dijo a toda voz en pecho: “-Están en la radio, están en la
radio.”
Prendimos el viejo equipo que teníamos para escuchar vinilos y fuimos pasando emisoras, hasta que lo comprobamos.
Estábamos sonando en una de las principales emisoras del país.
Estábamos sonando en una de las principales emisoras del país.
Nunca tuve un día más feliz que ese.
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