Salí de entre las hojas sigilosamente.
Seguí mi instinto y me guió una guitarra que repetía el mismo patrón de
blues de forma incansable. La oscuridad me ayudó a no ser detectada sin haber
visto su silueta detrás del vitral primero. Uno de los guardias, que permaneció
durante horas en uno de mis puntos ciegos, dio la alerta a los demás.
Recuerdo que me tomaron por el brazo y comencé a gritar.
Sentí una tercera mano, mucho más delicada y gentil que me separaba de
ellos. Luego oí su voz. A pesar de estar en penumbras su mirada me hizo sentir
pequeña e insignificante. El tipo esparcía genialidad al aire.
Tuve que esforzarme para no desmayar y perder el conocimiento.
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