No tenía ningún interés de que la
idea siguiera avanzando en su cabeza. Cada vez que volvía a rondarle, se ponía
a hacer cualquier cosa para distraerse. Regar las plantas, preparar una jalea,
ver algún episodio de Star Trek Next Generation o pintar las paredes. Eso, en
resumen, porque por más que porfiaba la idea volvía. Cada vez con más fuerza,
por meses. No tomó apuntes, no escribió bocetos, ni siquiera alguna línea en su
libreta. La idea se hacía cada vez más fuerte. Finalmente, decidió rendirse. ¿Habrá
sido por eso que le costó tan poco esfuerzo escribir la maldita novela que le
llevó a la fama?
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