Busqué el teléfono de inmediato y le llamé.
Me contestó su hijo, quien me dio más detalles de los sucedidos.
Tomé el primer avión que pude.
Al otro día, por la mañana, llegué a su casa.
Me revisó seguridad.
Me revisó la policía.
Entré a su habitación.
Estaba en cama con un notorio vendaje que cubría las heridas
que le produjo el incidente.
Se río y, periódico en mano, dijo: Ernesto, debes cuidar tu
dieta esta semana. Evitar los trasnoches e ingerir más agua. Tus números de la
suerte son 11, 22, 35 y 41.
Típico de él.
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