El Jefe y el chico estaban sentados en la gran mesa de
reuniones ocupando solo una esquina de la mesa. En ese tiempo yo era su
guardaespaldas y podría decir que uno de lo miembros de la familia en que más
confiaba, solo por esa razón es que pude presenciar lo que estoy relatando
ahora.
Creo que Sebastián andaba por los ocho o nueve años, nada
más. Para su edad era un chico muy compuesto, demasiado obediente, pero
asombrosamente inteligente y suspicaz.
Era el elegido, sin duda. El resto de los nietos del jefe o
no presentaban el carácter necesario o eran mujeres, por lo que las descartó de
plano.
El chico sabía lo importante que era ese almuerzo con el
Jefe, no emitía palabra. Con timidez y muy parcamente respondía las preguntas
que le eran formuladas.
Cuando por fin llegó el plato de fondo, unos spaghettis con
bolognesa, esperó a que su abuelo hiciera todo primero. Ponerse la servilleta,
usar el salero, beber el primer sorbo de soda, tomar el primer pan. Muy astuto
de su parte.
Como estaba nervioso, manchó su camisa con un poco de salsa.
Su abuelo le habló así:
- Sebastiano, hay dos formas de comer spaghetti. Una es
girando el tenedor hacia dentro y otra es girándolo hacia afuera.-
El chico prestaba atención y sus glaucos ojos parecían
crecer.
- La primera es conservadora, pulcra, y muestra respeto a
tus invitados. Si alguien se ensucia solo serías tú, por consiguiente, no
tendrás grandes problemas con tus comensales. Si eres pausado jamás lamentarás
nada. Es la forma más tranquila de comer.-
El chico ni siquiera pestañeaba, en cambio el Jefe no le miraba
directamente.
- La segunda es más atrevida. Girando los cubiertos hacia
afuera jamás te mancharás a ti mismo, pero puedes hacer que la salsa se esparza
en la vestimenta de tus huéspedes cuanto quieras. Parece osado, atrevido, pero
a veces hay que serlo. En ocasiones vale la pena solo pensar en ti mismo… Y en
la familia, lo más importante es la familia. Así como para comer spaghettis hay
dos modos, también hay dos formas de vivir la vida.-
El Jefe guardó silencio, se limpió la boca y llenó
nuevamente el vaso del muchacho, que había dejado a esas alturas su plato
limpio.
- Sebastiano, ¿Cuál de las dos formas de vivir escogerás? –
El niño titubeó, solo un poco.
- La segunda. – Espetó.
Su abuelo me hizo la señal esperada, me quité la cartuchera
y dejé la Colt sobre la mesa, muy cerca del niño.
- Buena elección.- Señaló con una gran sonrisa, su abuelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario