Estaba distraído.
De no ser porque el tipo le preguntó la hora, no habría
advertido que llevaba un estuche de bajo antiguo, de esos pequeños; de escala
corta.
– Las 15:20 – Dijo como si fuera un robot.
A punto estaba de dar la media vuelta cuando sintió un
impulso en el medio del estómago, una sensación difícil de describir.
Básicamente fue como que, lo que fuera que hubiese dentro de
ese roído maletín de instrumento, le estuviera llamando. Siendo bajista, y además
reconocido por ello, no debió esforzarse mucho para convencer a su interlocutor
de que le dejase echar un vistazo al contenido del bulto que llevaba en la
mano.
Un poco desconfiado, pero también tentado por la ocasión de
hacer un negocio, el sujeto accedió a mostrarle el misterioso contenido.
Vio ante sus ojos el perdido e histórico Groovy Gurú. Hacía
más de treinta años que nadie tenía noticia de él. En su estado original,
conservando incluso las cuerdas con que Rafael lo usara por última vez.
- Amigo, este bajo
tiene un gran valor sentimental para mí. ¿Qué pides por él?
- Quería venderlo para pagar dos meses de renta y comprar
algo de comer, para por lo menos una semana.
- Perfecto. Te ofrezco dos años de renta y prometo que no
pasarás hambre en cinco años más. ¿Te parece?
El tipo se sacó el sucio gorro de lana que traía e hizo un
gesto de reverencia con la mano izquierda mientras le acercaba el estuche con
la otra.
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