Doña Bertila Eloísa recorría a pie la distancia que separaba su casa
del poblado más cercano, era un hábito de todo día. Antes de que el gallo
cantara salía con un canasto lleno de huevos recogidos antes de que las
gallinas se acostaran. Unos treinta y tantos kilómetros y unas tres horas
después se sentaba pacientemente a venderlo en la Plaza de Armas del lugar.
Cuando vino el período de votaciones para elegir nuevo alcalde, todos
los candidatos vieron en Doña Bertila Eloísa una diana a la que apuntar. Quien
diera en el blanco primero se quedaría con un buen número de votos.
Gozó de bastante fama por esos días, sin saberlo, Doña Bertila Eloísa.
La entrevistaron para la radio, para la TV, le tomaron fotos, la fueron
a visitar a su casa., repararon su gallinero, le obsequiaron gallinas nuevas.
Sus huevos se vendían más que nunca.
Hasta que el candidato Pérez (apellido propio de los seres que no
merecen ser recordados) le regaló una bicicleta.
- “Este regalo es un símbolo, símbolo de que cuando sea electo por el
pueblo su trabajo tendrá mayores facilidades, menores sacrificios y gran ayuda
de parte de Municipio y todos sus empleados. Haremos de esta comuna un sitio
ejemplar con una calidad de vida excepcional”– Señaló el proyecto de edil.
Paradojalmente, cuando Doña Bertila Eloísa comenzó a usar la bicicleta
se levantaba más tarde y tenía menos tiempo para reflexionar.
Cada día se conectaba menos con la naturaleza y ya no se detenía a
charlar con la gente que se encontraba de camino.
Su musculatura empezó a relajarse, el vehículo hacía casi todo el
trabajo.
Doña Bertila Eloísa vivió cincuenta años trabajando de una forma,
despertándose antes de que el gallo cantara y caminando treinta y tantos kilómetros.
Falleció un mes después de haber recibido la flamante bicicleta, es
decir, un día después de la elección de alcalde.
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