Como primera medida, en ese hoy amarillento manuscrito, tracé las principales
ideas del Diavolo. No me fijé en
detalles y permití que la fluidez fuera protagonista en las relaciones entre
mis personajes, espero; con mucho pudor de por medio, no haber fallado en tal
tarea. Me propuse, con el mismo empeño que para el objetivo mencionado
anteriormente, dar un cuerpo más sólido y robusto a las ideas que en mi cabeza
por ese tiempo germinaban.
El antiguo y primer manuscrito dista mucho del segundo, creo, con un poco
de vano orgullo y haciendo uso del arte especulativo, que ningún ser humano
podría construir uno basado en el otro. Quedé muy satisfecho y contento en
espíritu del cuerpo que tomó mi poesía teatralizada luego de las vacaciones que
disfrutara con Leonor. Sin duda ella fue un emoliente y una inyección de ánimo
a mi paúperrima energía proyectada en esos tiempos. Fue una luz poderosa que en
lo creativo ayudó sobre manera.
Escribí todo de un tirón, casi sin editar. Pulí,
cambié y modifiqué someramente tiempo después solo un par de días antes del
estreno. La historia y prehistoria del Diavolo
es algo que me parece remotamente distante, pero paradojalmente muy cercano a
pesar de que su primera edición impresa fue realizada hace ya treinta años. El
tiempo dirá si esta contribución fue lo bastante importante para la literatura
contemporánea
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