- ¿Y cómo fue educarse allí?
-Bueno, tú sabes que uno de los lugares, de los colegios, donde más y
mejor identidad hay es ese. Es increíble que en cualquier parte del mundo, y en
toda ocupación hay un institutano.
- Supongo que allí conociste a los primeros poetas.
- Estás en lo correcto, de hecho recuerdo que en el ALCIN recorrimos
toda la obra de Whitman. De hecho tomé un libro prestado de la biblioteca del
Instituto, libro que jamás devolví. Lo leí cuando tenía unos catorce o quince
años. Fue sorprendente de principio a fin, ese libro me sirvió mucho.
- ¿Para algún efecto en
particular?
- Para reconocerme, para saber quien era en ese instante. Uno a esa
edad está recién conociendo el mundo, se sabe incompleto y está expectante.
- Hay frases notables de Whitman.
- Me quedo con esta, que me remeció por varias semanas en que la analicé.
“Lo más común, vulgar, próximo y simple, eso soy yo”.
- Es una declaración estentórea.
- Es mística, tiene un gran contenido y te desnuda.
- Tú lo has dicho, justamente eso. Y pensando en el contexto del
escritor es…sublime, de una inspiración tremenda. ¿Qué es la inspiración, cómo llega?
- Me recordaste a Víctor Hugo, el define genio e inspiración como casi
la misma cosa. Genio e inspiración son sinónimos para él. Yo no sé si la
genialidad existe, pero si sé que para inspirarse se requiere de una musa. Un
hombre no está completo, no sabe de la vida hasta que conoce a una mujer, hasta
que la respeta. Hasta el momento en que no cuida el amor de una dama, un hombre
no logra ser épicamente un caballero.
- Hermoso pensamiento, ¿Cómo aplicó esto al joven poeta que había en
ti?
- En mi vida he tenido tres grandes amores si a mujeres se refiere. El
primero lo viví cuando aún estaba en el colegio. Siendo el primero fue el más
intenso, el más corto, el menos comedido.
- El típico amor juvenil.
- Claro, que tuvo mucho de idealización. Ahí empecé a escribir, me
lancé a las letras. Recuerdo que le ofrendé un poema, uno de los primeros; muy
nervioso. Me acerqué, hice todo un ritual.
- Muy valiente, una prueba a tu talento.
- Claro, pero la respuesta fue un atque de confetti en mi cabeza. Lo
destrozó y me lo lanzó encima. Nunca me volvió a hablar después de eso, creo
que esa fue la muerte por suicidio de la primera musa.
- Pero continuaste…
- Digamos que sí, seguí escribiendo pero de amor muy poco y casi a
escondidas. Y me costó mucho retomar el ritmo que llevaba, digamos que iba despegando y al tomar la altura adecuada los motores estallaron.
- La segunda musa, ¿Cómo llegó?
- Ella era músico, debo decir que la primera vez que me enamoré de
verdad fue de ella. Fue una relación corta, intensa, fuerte, zigzagueante. La
recuerdo con mucho cariño, a pesar de que pasaron cosas horribles para ambos y
de las que mucho tiempo después vine a conocer autor. Bueno volviendo a rumbo,
ella fue la musa que más y mejor me inspiró, indirectamente y sin saberlo, en
la distancia.
- Eso requiere más detalle.
- Digamos que una vez que nos distanciamos me reencontré con el
escribir a mano, con dejar el computador. Volví a ser prolífico y a escribir
por el gusto de hacerlo. El perderla reactivó energías en mí que creía perdidas
y no solo en la literatura, en varios ámbitos creativos. Esto fue ya cercano a
los treinta años, como dijera Picasso: lleva tiempo llegar a ser joven.
- ¿Dirías tú que tu desarrollo fue tardío?
- Para todo hombre lo es, cuando creemos estar en etapa adulta seguimos
jugando; pero con mayor seriedad. Como te decía, la pérdida, el dolor y el sufrimiento
de la distancia con la musa es lo que realmente abre el paso a la adultez.
- La segunda musa, ¿Fue la más importante?
- Siempre lo será, y un rinconcito en mi alma siempre guardaré para
ella. Le debo todo lo que soy hoy, aunque ella tal vez no tenga idea alguna sobre ello.
- ¿Y la tercera?
- Ese es un tema largo, sinuoso.
- Conversemos de eso después de comerciales.
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