Seguramente se había caído de
algún camión o algo así. Los turistas solían ser descuidados en esa carretera,
pero ¿Qué acaso era algo de lo que debiera preocuparse?
Todos lo santos días pasaban por
allí a velocidad de rayo, como si el mundo se fuera a acabar. Más temprano que
tarde se iba a romper la crisma un cristiano y claro, ahí iban a venir los
noticiarios a hacerle preguntas tontas. ¿Por qué el cabo González no la hacía
caso? Había puesto ya muchas denuncias, muchos avisos en la comisaría. Nunca le
prestaban atención y era una pérdida de tiempo. Claro, antes de hacer algo y justificar
su sueldo de príncipes estaban esperando que un auto o una camioneta pasara de
largo y le arruinara la cosecha o le rompiera toda la verja.
Puros malo ratos con esos vagos
vestidos de verde, en sus tiempos estaban al servicio de la ciudadanía.
Por fin podía cobrarse en parte
de todos esos malos ratos. Le pareció muy bonita la guitarra, aunque le
faltaban un par de cuerdas.
No sabía tocar y a su edad era
virtualmente imposible aprender.
Tal vez algún nieto de los de la
ciudad le sacaría provecho, quizá uno de ellos tendría idea de porqué la
guitarrita esa tenía cuatro en vez de seis cuerdas, que era lo usual.
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