Mientras Negrete cantaba con ese
vozarrón aterciopelado y su vibrato sufriente, hizo memoria de la primera vez
que recordaba haberlo escuchado. Se le vino encima un pensamiento furtivo de
infancia: ¿Por qué sufre tanto este tipo por una mujer? Cuando era pequeño
pensó que se trataba de una exageración propia de las películas de mariachis.
Ahora, que estaba tan perdido y
volvía a perder, se daba cuenta de que el cariño comprado no sabe querernos ni
puede ser fiel, que la paz del alma no se compra con dinero. Entre sollozo y
sollozo no tenía reposo por ello cayó en cuenta de que a la que se va no es
fácil olvidarla.
A causa de esas querencias que lo traían chueco reconoció
finalmente que ella era la elegida; la perla más rara.
Con angustia infinita le dijo mil
veces adiós, pues su suerte echada estaba. Como obligarla a amarlo no podía,
para olvidarla venían canciones a alegrarle la vida. Como un peregrino, sin
rumbo ni fe, se aguantó y se río; como los machos.
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