Sacar a pasear a una línea es algo que jamás se me
habría ocurrido. Recorrer tanta distancia con ella es insólito, multiplicarla a
placer es una habilidad misteriosa que admiro y me sorprende. Hacerla invisible al ojo
humano, difuminarla, multiplicarla a discreción.
¿Cuántas líneas cabrán en un
muro?
Se hace necesario portar un monóculo para determinarlo, una camisa blanca
pulcrísima y un pantalón oscuro como uniforme.
Aunque tal vez, independiente de ello, sean
capacidades exclusivas de William Kentridge.
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