… Además de que parecía el típico niñito blanco desabrido y carente de
swing. Pero al cantar tenía eso que tenemos nosotros, calidez, ese sonsonete
pastoso. El ritmo de su voz me cautivó, jamás podrías estar seguro de si
adelantaría, atrasaría o haría las corcheas a tiempo.
Parecía una voz secuestrada, una voz que poseía un cuerpo que no le
pertenecía. Cerré los ojos y me imaginé a los dioses, a los ángeles. Pero de
ningún modo blancos, les percibí negros, como yo. Era un dios negro… ¿Entiendes,
hermano?...
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