Estaba
allí sin razón aparente. Su boca de guinda me invitaba al beso, su cabello
dorado era un éxtasis. Me sentí de inmediato flechado a su mirada inocente. Nunca
en mi vida vi mujer con curvas tan llamativas y que además me inspirara tal paz
y tranquilidad. Quise abordarla y conversar, pero el Doctor me había advertido
de que las alucinaciones podían ser efectos secundarios de las pastillas con
las que estaba tratando mi alergia de primavera.
*Microcuento incluido en la antología del concurso "Primavera la sangre altera", 2014, organizado por diversidad literaria.
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