
Ya me faltaban pocas, si que fui a ver si tenía suerte y encontraba una
que no tuviera en mi posesión.
- Hola mijo, ¿Cómo está?
- Bien, vengo a ver laminitas.
- Acá está la carpeta.
Y me puse a revisar, mientras mi viejo conversaba con el caballero los
temas típicos cuando dos personas no se conocen y quieren mantener distancia.
El clima, lo cara que está la vida, que antes los jóvenes…
Estaban en eso cuando llega una señora ansiosa y lanza la pregunta:
- Señor, ¿Pasa por acá la 244?
- Señora mía, con todo respeto, no le pienso responder.
- Oiga no sea roto, yo le pregunté de buena forma.
- Eso está claro, pero no le voy a responder.
- Por lo menos explíqueme la razón.
Mi papá se puso incómodo y yo, curioso y un poco adicto a las
discusiones ajenas, me quedé escuchando.
- Yo este kiosko lo tengo acá hace como 5 años, antes estaba
precisamente al lado del paradero. Me costó mucho esfuerzo comprar la
estructura metálica nueva, de acuerdo a la normativa vigente de la Muni ¿Me
entiende?
- Ya, ¿Pero eso que tiene que ver con mi pregunta?
- No se apure Señora, el que vive apurado, apurado muere. Mi kiosko era
re bonito y me gustaba harto. Era más chiquitito, de esos amarillos cuadrados
antiguos.
- Sigo sin entender.
- Bueno, un día una Señora tal cual Ud. llegó y me preguntó: ¿Pasa por
acá la 239? Y yo que estaba colgando los diarios la atendí. Si, Señora, en este
mismo lugar pasa la 239. Dije eso y la mismísima 239 se subió a la vereda, botó
un par de árboles, atropelló a un par de viejas y dejó la pura embarrá.
- Creo que voy entendiendo.
- No Señora, Ud. no entiende. La micro infeliz chocó mi kiosko y lo
dejó hecho pebre. Todo desparramado y hecho bolsa por el suelo, la inversión de
mi vida desparramada por todas partes y nadie me pago ni uno. Si que ahora vez
que venga a alguien a preguntarme no le voy a responder ni una cosa.
El viejo pelao se exaltó completamente y movía los brazos de allá para
acá con gesto amenazante. Manoteaba el aire como queriendo espantar a la mujer,
como quien quiere que un animal se aparte de su camino.
- Y se va también de mi kiosko y no vuelva más por acá si no le va ir
mal también.
La Señora, obviamente asustada, se alejó del lugar y le perdí la vista.
El viejo pelao se acercó a mi papá y le dijo en voz baja: - Estás viejas
preguntan puras tonteras.
Yo justo terminaba de revisar la carpeta. Aldair, unos de los centrales
brasileños estaba escondidito en la última página.
Fue un buen día para completar el álbum.
No hay comentarios:
Publicar un comentario