Era tentador.
Luego de ser golpeado, torturado y amenazado, había logrado derribar a
uno de sus captores. En el suelo, boca arriba, con sus fauces toscas
completamente abiertas, era cosa de percutir la 9mms. que había dejado caer y,
seguramente, nadie extrañaría a esa escoria humana.
Lo pensó, y pensar le hizo cambiar su decisión.