Ella se enojó y cortó, diciendo: “Pareciera que estás
inventando todo esto”.
En efecto, él mentía.
Dijo estar bien, no lo estaba.
Dijo estar sano, no era preciso.
Dijo que no le habían robado, cuando le quitaron mucho
dinero.
Dijo no recordar ciertos detalles, pero, en realidad, no
quería pensar en lo que hubiera pasado de dejarse llevar por sus instintos.
Dijo que estaba tranquilo, cuando le dolían los dedos de los
pies por los choques eléctricos, le habían reventado una muela con un alicate,
una costilla a golpes, botaba sangre cuando escupía, le habían quemado las
plantas de los pies con colillas de cigarrillos, veía con solo un ojo, quería
llorar por horas, estaba mareado por las medicinas y calmantes que le habían
dado en el hospital, le era imposible orinar sin sentir un ardor tremendo.
Calló todo eso por protegerla, por cuidarla.
Ella le regañó.
Él entendió que ella no le conocía en lo más mínimo.Ella se enojó y cortó, diciendo: “Pareciera que estás
inventando todo esto”.
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