Casas portátiles era el titular del
periódico. Lo compré para enterarme de las noticias. En cuanto vi aquel
invento, una casa plegable que cabía en un bolsillo, quise comprar una. Se lo
conté a mi esposa, la que me dijo que gastar en algo así era ridículo. Dijo
que, como siempre, la dejaría tirada luego de un par de usos, que era algo
innecesario, que los gastos del colegio y muchas otras cosas. ¿Por qué este
tipo de lujos no le están permitidos a un caracol cómo yo?
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