De niño había sido perfecto.
Aprendió a hablar con precocidad
mostrando un vocabulario nutrido y amplio, de una especificidad increíble en su
mensaje. Al año ya caminaba, a los dos corría sin dificultades. Lector voraz desde
los cuatro años, sin importar si el libro que tenía al frente era infantil o
no. Su ingreso a la escuela fue motivo de orgullo para sus padres y abuelos,
desde etapas muy tempranas se distinguió como el mejor alumno en todas las
áreas, deportes y artes incluidos.
En la Universidad fue el mejor de
su generación, recibiendo su título antes, incluso; de lo programado en la
malla curricular de ambas de las carreras que estudió en paralelo.
¿Cómo explicarse, ahora que le
interrogaban, que un sujeto con tantos talentos y que parecía no tener límites
en ellos se hubiese transformado en esa bestia inhumana y despiadada?
Ellos no lo sabían y,
ciertamente, jamás lo explicaría. Toda su vida había hecho las cosas según la
norma, de acuerdo a las reglas de otros, la moral y las buenas costumbres.
Estaba sumido en el tedio de ser distinto y, paradójicamente, uno más.
Había decidido, con el primer
asesinato, comenzar a hacer sus propias reglas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario