Se quedó petrificada por la
noticia, poseída por una fuerza superior a ella.
El televisor a un volumen
exagerado, el tren pasando por las afuera de su balcón, las ventanas abiertas
de par en para dejaban entrar el canto caótico y agudo de las catas argentinas,
la tetera del conserje pitaba con todos los decibeles posibles, el perro de la
vecina del piso superior aullaba como sabiendo lo que sucedía en la cabeza de
Estela.
Sin mirar siquiera bajo la cama
sacó un par de zapatos del mismo modelo; por mera casualidad. Aunque había
deseado que ese momento llegara desde que se mudó a ese departamento, su
corazón estaba paralizado temporalmente. No lo notó. Solo atinó a calzarse automáticamente
y quedarse sentada en una extraña posición al lado del King Size.
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