Tropezón,
Colón Oriente, Peñalolén,
Catedral, Los Leones,
Tobalaba, Einstein, Intercomunal.
Andar en
micro es muy grato, entretenida
aventura, el
transporte y su espesura son material
de relatos. Hay que
esperar un buen rato en un
paradero ardiente, atiborrado
de gente que, basada
en los colores, reconoce:
Zapadores, Tropezón,
Colón Oriente. Dice: “Pague
con sencillo” un, ya,
clásico, cartel; los
denarios, a granel, va
recibiendo un chiquillo. El chofer su
cigarrillo no lo apaga
y es señal del ambiente
liberal, conocido,
acostumbrado, en las
liebres El Dorado, Peñalolén,
Catedral. Aunque no
quepa una aguja alguien se
sube a venderlas, brillan,
alternadas, perlas en la boca
del granuja. Los
pasajeros se empujan, el vaivén
nunca se acaba. Un cantor -
guitarra brava, tos,
carraspeo, alarido - hace suyo el
recorrido Los Leones,
Tobalaba. “El
Chocolito, el Cremino”, va voceando
un heladero, con
equilibrio certero ante sismo y
torbellino. Porque el
conductor más fino puede,
incluso, frenar mal. Quien maneja,
espiritual, rezo y
oración inspira cuando se
aborda una Lira, Einstein,
Intercomunal. Ordeno la
despedida, llegamos al
terminal, se fueron La
Carrascal y la Renca-
La Florida. La Mapocho
está perdida también
Nuevo Amanecer. Ya no las
podremos ver en nuestros
urbanos valles, matizando
nuestras calles como lo
hicieran ayer.
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