
No es justo. Verle, en un espacio
tan reducido hacer tantas maravillas. Aguantar el balón tratándolo como una
perla, correr casi sin dejar rastro sobre el campo, mantenerse en el aire por
minutos antes de cabecear, poseer un repertorio de efectos tan acabado,
entregar un soberbio pase como si nada.
Mientras que a mí solo me dieron un par de
pies zopos.
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